jueves, 5 de junio de 2014

ADIÓS... Y GRACIAS



 

Pronunció aquello y fue como si mi corazón se resquebrajara.
No podía creer que me estuviera pasando a mí. A mí, que por fin me sentía agradecido con la vida, que por fin me sentía un hombre nuevo…
La verdad es que no comprendí la magnitud de sus palabras, hasta que me dio la contestación a la pregunta que, a pesar de temer la respuesta, heroicamente le hice.
“Le amo”, sentenció, con una mirada amorosa. Una de esas miradas que tanto me enamoraban y que tantas veces me había dedicado desde que me conoció.
Supe entonces que la había perdido porque, si de algo estaba seguro, era de lo que significaba amar a alguien. Yo, este hombre que ahora tiene el corazón hecho jirones, la amaba con todo mi ser. Y todavía la amo. Como sé que la amaré por siempre. Porque ella fue quien me enseñó a caminar con la cabeza alta, quien me mostró la verdadera luz que guardaba en mi interior, bajo una férrea fachada gris. Sí, fue ella quien supo buscarme y quien logró encontrarme, a pesar de haberme convertido en invisible a los ojos del mundo. Ella me dio tanto… Por eso sé que jamás la dejaré de amar.
 

Pero ahora se ha marchado de mi lado. ¿Cómo podré continuar como hasta ahora, si ella ya no está? No podré, sé que no podré. Quizás vuelva a sumergirme en el lodo, a esconderme del mundo. Si al menos pudiera hacer algo para convencerla de que mi amor por ella es mucho más grande que el que le puedan ofrecer los demás… Si supiera que yo sería capaz de morir por ella… Pero nada de eso valdría, porque ella ya lo sabe. Se lo he demostrado día a día, al igual que ella me lo ha demostrado a mí. ¿Qué debería sentir yo ahora? ¿Debería alegrarme por aquel a quien va a hacer feliz?
Lo siento. No puedo más que sentir tristeza.
 

Dicen que de los errores se aprende, pero… ¿cuál fue mi error? ¿Haberle abierto las puertas de mi vida? ¿Haberla amado tanto? ¿Haberle entregado mi corazón?
No. Jamás me arrepentiré de haberlo hecho. Lo volvería a hacer mil veces. Además, ella no se merece mis reproches. Me ha ayudado a creer en mí. Eso jamás lo había hecho antes nadie. No tengo más que palabras de agradecimiento hacia ella. Se merece lo mejor. Merece ser feliz. Y si es feliz al lado de otro hombre, pues que así sea.
Quizás sí deba alegrarme por él de todos modos. Porque seguro que ella le enseña a amarse a sí mismo como me enseñó a mí.
Sí. Jamás voy a volver a desaparecer, ya no voy a mirar hacia el suelo. Tengo tanto que mostrar… Me costará, sé que me costará, pero también sé que ya no puedo ser el que era antes, porque ella me cambió. Y gracias a ese cambio, ahora soy quien realmente quiero ser.
Le deseo lo mejor. De corazón. Sé que mi dolor amainará y tendré la oportunidad de sentirme completo conmigo mismo. Una nueva vida me espera. Y, aunque ahora solo quiera llorar, pronto sentiré deseos de reír. De reír por ella, pero sobre todo… de reír por mí.

1 comentario:

  1. El maestro llega, enseña al alumno y cuando el alumno aprendió, se va

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