sábado, 5 de abril de 2014

LOS DEPORTIVOS


 

Llovía tímidamente. María no sabía si salir a la calle, arriesgándose a que sus deportivos se ensuciaran de barro, o por el contrario, quedarse en casa.
Resolvió quedarse a resguardo, lejos de las inclemencias del tiempo. Así, aquel calzado tan cómodo no sufriría ninguna alteración, permaneciendo tan blanco e impoluto como siempre lo tenía. Ya saldría a correr al día siguiente.
Con cierta resignación, se cambió la ropa y se quitó el calzado, poniéndose una bata y unas zapatillas de estar por casa. Aquel día no pensaba salir. En realidad, no pensaba poner un pie fuera de casa hasta que la tierra que había en su jardín se secara y no supusiera un problema para ella. Bueno, ni para ella, ni para sus deportivos.

María se sentó en el sofá y encendió la televisión. Curiosamente, todo cuanto en ésta aparecía estaba relacionado con el deporte. Así, uno de los canales estaba emitiendo un maratón. En otro, un presentador daba las noticias desde la ciudad en que se celebraban los Juegos Olímpicos. Un anuncio de deportivos, otro de desodorante especial para deportistas…
A María le estaban entrando los sudores. Cada vez tenía más ganas de salir a correr. Pero no, no podía mancharse sus deportivos. Aquello le supondría tener que limpiarlos a conciencia, poniendo más empeño que de costumbre en dejarlos perfectos. Y, como el barro era difícil de quitar, desechó la idea en seguida.
Para evitar tentaciones, decidió guardar aquel magnífico calzado en una caja, que puso sobre el armario del desván.
Entre hastío y agobio, María pasó el día.
Cuando cayó la noche, se fue a la cama con la esperanza de que el día siguiente no fuera tan lluvioso. Mejor aún, que no lloviera nada. Pero aquel deseo no se cumplió. De hecho, fue una semana “pasada por agua”.

El lunes siguiente, María se despertó con los rayos del sol, anunciándole la llegada de un cálido día. Con una sonrisa, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta de entrada. La abrió y comprobó eufórica que la tierra estaba seca.
Como un rayo se vistió. Su pantalón corto, su top, sus calcetines… ¿y sus deportivos?
Los buscó en el zapatero, pero no los halló. Los buscó en la galería, allí tampoco estaban. Un pequeño recorrido por la casa y ni rastro.
María comenzó a ponerse nerviosa. ¿Dónde estarían sus deportivos? Entonces recordó que los guardó en el desván.

Cuando entró en él, percibió un profundo olor a humedad. Se percató de que había partes del suelo en las que se había acumulado un poco de agua, formando pequeños charcos.
El corazón le dio un vuelco cuando observó que del techo caían pequeñas gotas sobre el armario.
Rápidamente, se acercó y cogió la caja que colocó sobre él, días atrás. El cartón se había mojado tanto, que se empezó a deshacer en sus manos. Sacó los deportivos y se le empezaron a humedecer los ojos. Los apretó contra sí, manchándose el top de moho. Se apoyó en una de las húmedas paredes y se dejó caer al suelo. Desconsolada, comenzó a llorar y a maldecir, pensando que ojalá no hubiera llovido nunca.

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