jueves, 30 de enero de 2014

DESHOJANDO MARGARITAS

 

 Arturo miró hacia el exterior a través de la ventana del salón.
Desde el sillón pudo ver la elegante gama de colores rojizos que el sol dibujaba en el horizonte. Se levantó y salió al porche de su casa. Se apoyó en la
barandilla de madera que hacía tan solo dos semanas había terminado de pintar y miró hacia su jardín.
De entre todas las flores, sus favoritas eran las margaritas.
Arturo bajó los cuatro escalones que le separaban del jardín y se dispuso a coger una de sus flores preferidas. Con mucho cuidado la arrancó y la separó del gran ramo blanco del que formaba parte. Después de observarla detenidamente, volvió y se sentó en el banco que había en el porche.
Cerró los ojos y, tras un largo y esperanzado suspiro, comenzó a deshojar la margarita.

Día tras día, le confiaba su suerte a aquella flor que, sin pronunciar palabra, decidía si aquella mujer le correspondía.
Nadie sabía quién era la dueña de sus pensamientos, ni si en realidad existía la dama por la que Arturo suspiraba. Lo que sí sabía todo el pueblo era que el hombre esperaba cada día a que la margarita trajera consigo a su amada. Y todos creían que perdía el tiempo, pues ella jamás aparecería.

Pero una tarde, mientras Arturo deshojaba la margarita, llegó al pueblo una mujer a la que nadie conocía. Y fue paseando hasta llegar a su jardín. Era tan hermosa como la había imaginado. Su sonrisa era aterciopelada y su mirada desprendía dulzura.
El hombre pensó que se trataba de un espejismo, de una especie de ensoñación. Por eso continuó arrancando pétalos a la margarita. Cuando solo quedaba uno, volvió a levantar la vista buscando a su amada, porque por fin la respuesta fue “sí”.
Pero ella ya no estaba.
Decepcionado, terminó de desnudar la flor.
Cuando el último pétalo cayó al suelo, la dama lo tomó entre sus manos.
Entonces Arturo sonrió.
Ya no pasaría sus días en soledad. Ahora podría contemplar a su lado la puesta de sol. Y cuidaría junto a ella su jardín. Su bella dama le acompañaría siempre y ya nunca más tendría que volver a deshojar margaritas.

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