miércoles, 11 de diciembre de 2013

RENACIDA




Hoy me he despertado, acariciada por los rayos del Sol. Hacía tanto, tanto que no sentía su candor. Porque, aunque cada día luciera esplendoroso en el cielo, en mi interior no había más que nubes negras.
Y he sentido deseos de recuperar todo el tiempo que he perdido llorando esa ausencia.
Porque de repente he comprendido, o quizás he recordado, que el mundo sigue girando. Que el tiempo nunca detiene su marcha. Y que los días, largos en las tristezas y cortos en las alegrías, los días no esperan por mí. No esperan, no. Por más que yo me empeñe en permanecer inmóvil, evocando un recuerdo que no permito que forme parte del pasado.

Hoy he sentido la necesidad de gritarle al mundo que ya estoy de vuelta. Que este exilio en el que he estado, me ha obligado a tocar fondo. Tan bajo he caído, tan bajo, que en el instante más angustioso, mis pies han aprovechado para tomar impulso y volver a salir a flote. Para nadar hasta la orilla del mar de sufrimientos, en el que me hundía cada día y sobretodo cada noche.

Hoy he vuelto a sonreír y he sentido que la mordaza que tenía tapando mi boca, esa que únicamente me permitía notar el sabor de la amargura, por fin se ha hecho jirones. Y las cadenas, que antes sujetaban mis manos alrededor de un recuerdo doloroso, ahora abrazan la más bella y pura libertad.
Me siento renacer en cada respiración, en cada latido, en cada segundo de mi existir.
Y quizás haya perdido mucho tiempo derramando lágrimas y dejando escapar suspiros. Seguramente haya sido así. Pero sé que aún me queda toda una vida para comenzar. Para seguir adelante. Para dejar atrás el sufrimiento y la agonía. Sí. Aún me queda toda una vida para volver a ser feliz.

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