Usted me ha llamado y me ha pedido explicaciones.
Me dice que no entiende por qué mis sentimientos han cambiado. Que no comprende cómo un amor tan puro como el nuestro, puede acabar así. Que no quiere perderme.
Y yo le he dicho que el tiempo fue el culpable, o quizás fue el bendito. Porque cuando él pasó, se llevó consigo la ilusión de poder estar junto a usted. Pero también me liberó de la prisión en la que vivía esperando su aparición, cual princesa que espera a su caballero andante.
Me dice que usted me sigue amando. Que no puede vivir sin mí. Y sin embargo, mírese. Me está llamando a escondidas para que ella no se entere.
Debe saber algo. Yo le amé con locura y quizás todavía sienta algo por usted. Pero esto que late en mi pecho, no es comparable a lo que antes me quitaba la vida. A la necesidad de tenerle a mi lado, aunque fuera a escondidas.
Mi amor por usted se ha transformado.
Que yo era libre y usted no, me vuelve a reprochar. Que no era tan fácil decirle adiós a ella.
Lo sé. Sé que es muy difícil.
Pero ¿qué es lo que deseaba de mí? ¿Que siguiera esperando? ¿Cuánto más debía esperar?
Pero ¿es que no lo ve? ¡Ella sigue ahí! Ella sigue ahí. Y yo, yo afortunadamente ya no permanezco en la sombra.
Lo siento. De veras que lo siento. Pero compréndalo. Toda una vida hubiese sido demasiada espera.
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