Después de muchos meses de luchas internas y de angustias rebuscadas, optó por desaparecer de allí.
A medida que dejaba tras de sí todo aquello que conocía a la perfección, el temor a lo desconocido más se apoderaba de él. En un par de ocasiones estuvo tentado de regresar, pero continuó su viaje.
Nuevos paisajes aparecieron: colinas altas, arroyos frescos, valles hermosos… jamás había estado rodeado de tanta belleza.
Se sentó bajo un frondoso árbol y allí, apoyado en el tronco, miró a su alrededor.
Observó fascinado a una mariposa que revoloteaba cerca. Pensó que sería estupendo tener alas para poder volar tan lejos como quisiera.
Lentamente, la mariposa se posó sobre una roca. Se preguntó por qué había elegido aquel lugar tan tosco para descansar, pudiendo hacerlo sobre cualquier flor. Mientras divagaba en sus pensamientos, se quedó dormido.
Cuando despertó, le invadió un gran deseo de regresar a casa, pero pensó que si lo hacía, estaría fracasando en el intento de hallar su libertad.
Después de una lucha interna, decidió volver al lugar del que partió.
Se levantó y, tras echar un último vistazo al paisaje que le rodeaba, emprendió su regreso.
Por el camino encontró una roca que utilizó para sentarse y descansar. Respiró profundamente y una sensación de paz, hasta entonces desconocida, recorrió todo su ser.
Recordó entonces a la mariposa que se posó sobre aquella roca.
En ese instante supo que algo en su interior había cambiado y que, aunque se dirigiera de nuevo a su casa, él ya nunca sería el mismo, pues había descubierto que ya había aprendido a volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario