viernes, 4 de octubre de 2013

REGRESO A CASA






Me levanté de la roca, tomé en mi mano la brújula y me dispuse a volver a casa.
La aguja indicaba hacia mí, así pues, me giré y comencé a caminar.
Después de un largo rato, volví a mirar la brújula. Para mi sorpresa, la aguja volvía a señalar hacia mí. Volví a girarme y comencé a caminar, deshaciendo el camino ya andado.
Llegué a la roca de la que mucho antes me había levantado y me senté en ella. Presa de la desesperación, comencé a llorar hasta que me quedé dormida de agotamiento.
Cuando desperté, en medio de la noche, apenas recordaba qué hacía allí. Cerré los ojos y, como si de una hermosa melodía se tratara, comencé a escuchar los latidos de mi corazón. Abrí los ojos y miré hacia el cielo. Un precioso manto de estrellas me cobijaba. Sentí tanta felicidad, que me quedé allí.
De repente lo comprendí todo. Había malinterpretado las indicaciones de la brújula. Siempre señaló hacia mi interior.
No pude evitar sonreír, pues allí, en ese preciso momento, en ese preciso lugar, me hallé en casa.



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