He dejado de creer en nosotros, porque he dejado de creer en ti.
Y más de una vez me gustaría creerte. Más de una vez. Mirarte a los ojos y sentir que puedo confiar en ti. Que tus palabras son ciertas y sentidas. Que tus labios pronuncian lo que tu corazón les susurra...
Pero es muy difícil para mí.
Dices que no querías herirme. Que lo último que deseabas era hacerme sufrir. Pero ahora créeme tú a mí. Prefiero mil veces sobreponerme a una verdad dolorosa, que consumirme en la ilusión de una mentira encandilada.
No. Creo que ya no te creo.
Aunque sí te perdono. Tienes todo el derecho del mundo a arrepentirte y a ser perdonado. Pero el mismo derecho tengo yo a decidir si continuar o no a tu lado. Y, créeme, mi corazón se niega a convivir con esos labios que, con tanta ligereza, profanaron la palabra amor.
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