miércoles, 13 de noviembre de 2013
Y EL OLVIDO LLEGÓ A MÍ
Toda mi vida guareciéndome de mi pasado, ocultándome de su mirada, escapando de su presencia.
Toda una vida de huidas desesperadas, de temores indescriptibles, de negarme a mí mismo el derecho a vivir.
Decidí concentrar todas mis fuerzas en marchar mirando hacia delante, en lugar de girar la cabeza cada instante, para cerciorarme de que no me seguían mis recuerdos.
Aminoré mi marcha, caminando serenamente, obligándome a mantener la calma cuando cualquier atisbo de nostalgia me incitaba a correr.
Logré descansar al raso, en medio de la senda que ahora transitaba, en vez de buscar una de esas cuevas que en otros tiempos, me hacía las veces de guarida y cárcel pasajera.
Conseguí cerrar los ojos durante largo rato, desechando el deseo de abrirlos cuando algún sonido me atormentaba.
Imaginé que todo cuanto acontecía en ese momento en mi vida, sucedía así porque así debía ser.
Abandoné el vicio de pensar cómo actuaría a cada instante, si volviera a ser el mismo de antes.
Levanté la cabeza, caminé con paso decidido, miré al frente con orgullo… y el olvido llegó a mí.
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